Crimen en Filadelfia by Leslie Ford

Crimen en Filadelfia by Leslie Ford

autor:Leslie Ford [Ford, Leslie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1959-11-15T00:00:00+00:00


9

El capitán Malone se puso en pie y se volvió hacia ella.

—No debería usted haber hecho esto, señorita Frazier —dijo con tono de reproche.

Su voz era suave como el rocío y su rostro estaba muy grave y paternal al menear la cabeza; el fantasma del padre de Hamlet nunca apareció tan apesadumbrado como él.

—¿No se da cuenta de lo que ha hecho? Ahora tendré que empezar a pensar de nuevo en todo el asunto. Tendré que preguntarme por qué la secretaria del juez Whitney está tan deseosa de que yo no me entere de que ha quemado un pedazo de tela, que ha estropeado un abrigo para disimularlo; pero cualquiera puede notar la diferencia. Las telas y las pieles no huelen lo mismo cuando arden. Es fácil conocer cuando han ardido las dos. Debería usted haber sabido esto, ¿no cree?

Hablaba como si se dirigiera a una niña de tres años, y ella asintió con la cabeza, pareciéndolo en cierto modo. El policía se volvió de nuevo hacia la chimenea y se arrodilló, colocando la bola negra encima de un sobre que sacó del bolsillo. Se acercó a la mesa y lo dejó sobre un diario, junto a la lámpara, rompiendo con cuidado las ligaduras también quemadas.

—Cuando quiera usted quemar algo, no lo ate estrechamente. Limítese a soltarlo encima del fuego, donde le dé bien el aire. ¿Comprende?

Miró por encima del hombro a la muchacha, que permanecía contemplando con ojos muy abiertos la masa semiquemada. El interior de la tela estaba intacto. Seguía siendo blanco, con excepción de las manchas oscuras que tenía, y algunas de ellas aún no bien oscuras sino débilmente rojas, lo bastante rojas para mostrar que podían hacer sido hechas con sangre. El capitán Malone lo alisó cuidadosamente con el índice y el pulgar. Vi que era un pañuelo de hombre y en la esquina que en aquel momento alisaba había un monograma bordado. El capitán sacó sus gafas y se las puso.

—Veamos. Aquí hay una M. Y aquí una W. ¿Y esto es una T? ¿Verdad que parece una T?

Laurel no dijo nada.

—Por lo tanto, no debe ser del juez —prosiguió el capitán Malone—. Él se llama Nathaniel.

Adelantó dos pasos hacia la muchacha. Ella seguía aún en pie, con las manos bien metidas en los bolsillos del abrigo. El policía alargó las suyas, con las palmas hacia arriba, sin decir una palabra, y aguardó. Al cabo de un momento, ella se las sacó del bolsillo y se las mostró. Las palmas estaban chamuscadas, pero no tanto como yo temía. Él meneó la cabeza.

—¿No ve usted que deberé decirme a mí mismo que una joven tiene que pensar muy mal de alguien para quemar su abrigo y sus manos de esta manera con el fin de evitar que yo encuentre un pañuelo manchado de sangre?

El rostro de ella se puso casi tan colorado como su cabello.

—No se trata de eso —dijo vivamente—. Es sólo algo que he… he encontrado y he pensado… he pensado que podía ser mal interpretado…

Se calló en seco.



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